jueves, 23 de agosto de 2012

Los Trenes

Estaba maravillado con la forma aerodinámica de aquellos trenes modernos de alta velocidad, especialmente los de color blanco; estos en particular le recordaban la gran pasión que había tenido desde que recordaba su existencia. El fluir perfecto de las ruedas metálicas sobre los rieles de acero, la regularidad del sonido de aquellos rieles le parecía sedante. Incluso en el metro de su propia ciudad, cuando el vagón en el cuál iba pasaba por encima de un empalme o de una bifurcación, los sonidos y las vibraciones iban desde sus pies hasta los dedos de sus manos, que con armónicos golpes en la ventana de la puerta intentaban emular alguna melodía musical.

Los trenes veloces, largos y elegantes los conoció indirectamente en uno de sus últimos viajes, en aquellas ciudades llanas existían hasta 4 tipos de servicios ferroviarios que se encontraban en por lo menos una estación de la ciudad en cuestión; dicha estación tenía el mismo nombre sin importar el lugar: "Hauptbanhoff", así la llamaban los locales; nuestro sujeto se deleitaba probando suerte mientras pronunciaba aquella palabra irónicamente exótica (y digo irónicamente exótica porque como ya te habras dado cuenta es un término alemán y, para nuestro sujeto todo lo alemán era la antítesis de lo exótico), sin embargo, para efectos prácticos solo se refería a ella como "estación central".

Por otro lado, al doblar la página, él era muy consciente de que no necesitaba viajar para observar trenes en movimiento. de hecho los veía a diario en su propia ciudad, en la que sólo existen dos líneas del sistema de tren urbano. Este otro tipo de trenes al que tenía acceso lo hacían espectador de un gran flujo de personas, es más, se puede afirmar sin mucho riesgo que en este segundo ámbito centraba su atención más en los pasajeros que en los mismos trenes. Así como una estación central podía ser la fuente de vías dirigidas a los cuatro puntos cardinales, el lugar en el que él divisaba los trenes ir y venir repletos de gentes conformaba un yugo desde el cual salían diversos caminos; de manera increíble él siempre podía divisar el destino de cada uno de los trenes salientes, esto de alguna forma lo hacía sentir reconfortado, especialmente por el hecho de que nunca había tenido la oportunidad de compartir un viaje en una de esas máquinas con ninguna persona.


martes, 21 de agosto de 2012

Cotidianidad

El objeto ha desaparecido, el objetivo se ha ido con él también, ahora solo quedan las turbias aguas, en las que las ondas van y vienen entre el centro de la superficie y las fronteras del volumen, recordando el movimiento que en ellas tomó lugar. La momentánea calma es interrumpida por pulsaciones sincronizadas que son aleatorias y a la vez  predecibles. Sabía en que momento llegaban y ciertamente conocía su duración; sin embargo, su propósito u origen permanecían aún desconocidas para él.

Un reloj que ya no pertenecía a la pared sino más bien a una pantalla electrónica se convirtió en el más fiel de los árbitros, él permanecía como juez único del juego, su computador era la ventana última, por la que no soplaba ningún viento pero que dejaba penetrar... o fugar toda la luz que él quisiera.

Las horas pasaban certeras por el camino recto, los matices de luz allá afuera se descomponían lentamente deslizándose sobre el horizonte como si en efecto ésta estuviera compuesta de materia; para él daba igual, aquel verde de apariencia opalina reaparecería al día siguiente contando con la presencia del sol en el firmamento, si ocurría lo contrario, si las nubes grises abarcaban la anchura del cielo de cerro a cerro, él sólo disfrutaría de las moderadas temperaturas, porque muy en el fondo sabía que sólo sería cuestión de tiempo antes de que el fuego invisible inundara con su energía cada uno de los rincones de ese estrecho valle.

Apenas llegaban las 7 horas de la tarde, mientras tanto él sentía un palpitar constante en su pecho vacío; por tal condición los latidos tenían aún más control sobre su ser, aquel vacío era el artífice de un eco, de una mirada hacia adentro, de un espejo audible; allí el reflejo cojeaba, recorría tres o cuatro caminos, cada uno en direcciones diferentes, con iconos difusos en sus respectivos extremos, él recorría todos estos caminos porque estaba fragmentado, sólo bastaría con visualizar un nuevo objetivo oculto entre los sueños y los temores y en cuestión de tiempo una nueva sección surgiría; aunque no se sabe con precisión de dónde, su cabeza estaba saturada de ideas, su alma aún no terminaba de secarse en el tendedero y su corazón, su corazón estaba suspendido en la oscuridad mientras lo sostenían mil agujas.

viernes, 3 de agosto de 2012

Desde allí afuera


Una pestilencia invade el aire, una sensación que ahoga los pulmones, nubla la visión y atormenta al cerebro con cada segundo que pasa. El sujeto no encuentra ninguna salida, mientras el sudor que emana de su frente permanece en ella sin caer presa de la gravedad, como si se propusiera hacerle saber para siempre el control que el miedo tenía sobre sí mismo, esta agua estaba decidida a no correr, a no fluir como se suponía que fuera.

Un cambio de 45 grados en la dirección en la cual mira es la única señal de alerta y de vida, mientras divisa decenas de caras, que nunca permanecen pero que siempre se graban en la memoria. Lo único en lo que puede pensar entonces es en correr, alejarse de ese ambiente viciado, denso y desagradable a toda costa. Tras un breve instante de meditación emprende la huida, una huida de 2.6 km/h, ¿el destino? ese no importa por ahora, porque se irá revelando conforme pise terrenos más frescos y más claros.

Es así entonces como se encontró a mitad de la mañana en otro entorno, igual de fétido que el anterior, pero en donde al menos el agua parecía correr, evocando la evolución constante como si se tratara de un ritual de regeneración. El viento golpeando su cara era la señal más vívida en ese momento, o al menos la más perceptible; la sensación de fluidez le dio una oportunidad de respirar, se decidió por acudir al lugar en el que las palabras eran mudas, en donde se escuchaba con los ojos y en donde el único ruido era el que hacía la mente al dar sentido a las oraciones, oraciones que pasaban con la misma constancia con que lo hacía el agua en aquel riachuelo restringido y veloz en donde se le ocurrió semejante destino.

Al llegar allí, no tardó en adaptarse a las nuevas reglas, a pesar de que era completamente diferente al sitio del cual huía. Allí la luz inundaba los espacios, se reflejaba en el suelo y en el cielo raso, de allí saltaba para caer en las cubiertas oxidadas por el tiempo, cubiertas muy bien enumeradas que protegían centenares de ideas. La calma que sintió en ese nuevo ambiente lo sedó lentamente como el efecto de las hormonas en el cuerpo, con una acción retardada pero de gran intensidad y duración. Se sentó entonces en el asiento izquierdo de un cómodo sillón, no sin antes seleccionar esa ventana especial que siempre había tenido en la mente; luego de acomodarse muy bien en los blandos cojines se dispuso abrir la ventana, asomó su mente a través de ella siendo capaz de ver en el horizonte aquello que en el fondo buscaba.